domingo, 14 de diciembre de 2008

ARTE DE LA ALTA EDAD MEDIA

EL LIBRO DE KELLS



Este códice es la culminación de los manuscritos miniados irlandeses. Es uno de los que mejor plasma la vitalidad, la libertad, la fantasía, el capricho y el gusto extraordinario por la ornamentación de la miniatura irlandesa, aquí llevado a su mayor expresión.
La página tapiz de la ilustración, dedicada al monograma de Cristo. es un “incipit”, es decir, el inicio del texto que viene a continuación. Entre dos signos caligráficos laberínticos, nos muestra esa decoración lineal, geométrica y abstracta, tan propia del sustrato celta del mundo irlandés. Todo está dentro de cada marco, sin rebasarlo. Incluso la propia caligrafía se llena de decoración, llevándose al máximo desarrollo las letras capitales. en los detalles ornamentales,
En la ornamentación, se aprecia un notable influjo del esmalte cloisonné La letra griega χ “gi”, se curva, siendo difícil de identificar, también la letra “ρ” “ro” y la “iota” la “ι”.
Hay una gran suntuosidad decorativa. Todo está lleno de vida y dinamismo. Las letras aparecen perfectamente perfiladas por líneas que crean un marco geométrico, dentro del cual quedan perfectamente determinados y enmarcados unos entrelazos decorativos, llenos de vitalidad y organicismo, lo que facilita la claridad visual del complejo entramado laberíntico de la decoración que llena la página tapiz. Los lazos geométricos terminan en formas orgánicas de cabezas de animales y de hombres, como vemos aquí. Esto último puede reflejar la concepción celta de un mundo poblado de espíritus en continua transformación, siempre en proceso de génesis.
A partir del libro de Kells, va a aparecer en muchos manuscritos medievales la tabla de concordancias o canon, para indicar la correspondencia entre los pasajes comunes a los distintos evangelios. Aquí resultan de poca utilidad, puesto que los versículos no aparecen numerados en el texto, lo que hace pensar que este libro no estaba destinado al uso cotidiano, sino que se trataba de una obra especialmente creada en honor de Dios y San Colombano.
La tabla de concordancias está decorada con unos entrelazados muy tupidos y dinámicos, cuyos elementos orgánicos se convierten en un entrelazo más que termina en la cabeza, como el de ese hombrecillo que se acomoda al marco.
Algo que caracteriza a los manuscritos irlandeses más antiguos, es la aplicación de tintas planas, Sin embargo, en el libro de Kells, se juega con la gradación del color de una manera muy sutil, lo que unido a una apreciable riqueza cromática, le da un aspecto muy rico.
La página tapiz del Tetramorfos de la ilustración precede al evangelio de San Juan. Está dividida por una cruz de San Andrés, cuyo centro está ocupado por un gran rombo. El conjunto está cerrado por recuadros decorados con espirales, entrelazos y figuras antropomorfas. Los símbolos de los evangelistas están colocados entre los brazos de la cruz. El León y el Toro están dotados de alas, y el León es difícilmente reconocible como tal. Todas estas imágenes son producto de una gran fantasía y un cromatismo muy rico e imaginativo. Esta página está delante de los evangelios y de cada una de las representaciones de los evangelistas. Aquí podemos apreciar la gradación cromática, como se juega con los azules que dominan junto con los amarillos y el rojo. Hay referencia al “esmalte cloisonné”, en la forma de perfilar los miembros de los animales simbólicos y del contorno de sus cuerpos, que recuerdan los listeles del esmalte cloisonné”. Vemos de nuevo la rica decoración geométrica.
En el libro de Kells, se da mucha importancia a la figura humana, cuyo tratamiento alcanza un gran desarrollo. Aquí , va a haber también representaciones de la figura humana a plena página, como la de San Juan Evangelista. Es el único retrato que ha podido ser identificado con certeza. San Juan aparece sentado en un trono, cuyo respaldo redondeado ha sido representado con la intención de sugerir el espacio en profundidad. La mano izquierda levantada mostrando un ejemplar de su evangelio, mientras que su mano derecha sostiene una larga pluma cuyo extremo está a punto de ser introducido en un tintero colocado cerca de su pie derecho. El rostro barbado, los grandes ojos muy abiertos con la mirada fija al frente.
De nuevo aparecen los marcos, con los motivos típicos de los entrelazos. Vemos como se inserta la ornamentación geométrica propia del mundo irlandés en el propio halo, hasta constituir una greca más. Sin embargo, en el modo de dibujar las vestiduras y de modelar la figura hay una referencia al mundo clásico.
Hay una estricta simetría, conforme a la que se disponen los pliegues de las vestiduras. En el rostro se aprecia una marcada geometrización y estilización, los ojos muy grandes y las cejas muy curvadas, le dan un aspecto muy hierático que va muy bien con lo religioso.
Aparecen imágenes inéditas en la miniatura occidental, como es esta imagen de la Virgen con el niño, sentada en un trono y rodeada de ángeles. Esta miniatura seguramente estaría relacionada con la imagen de los Magos, constituyendo una Epifanía.
En la página de la izquierda, aparecería la Virgen y el niño y en la de la derecha los Magos. Esta segunda página se perdió seguramente, bien en los saqueos a que fueron sometidos los monasterios irlandeses por los normandos, bien a la salvaje mutilación que sufrió este manuscrito en el siglo XIX, del que se arrancaron algunas páginas y se mutilaron otras.
Aunque se da mucha importancia a la imagen de Cristo, únicamente aparece una imagen suya a toda página, sentado en un modesto trono en compañía de cuatro ángeles y vistiendo una suntuosa túnica roja, en alusión a la púrpura imperial. Vemos de nuevo las características de simetría que aluden al mundo clásico, aunque a la vez no se olvidan estos estilemas tan típicos del mundo irlandés. El cabello ensortijado se convierte en una decoración geométrica, en un puro entrelazo. La decoración se acompaña de motivos iconográficos propios del repertorio del mundo paleocristiano, como son las figuras de los dos pavos reales, que descansan sobre unos motivos de pámpanos y vides.
Son muy interesantes estas dos miniaturas, cuyos temas son inéditos también. Una es el prendimiento de Cristo y la otra es la última de las tentaciones de Cristo.
Hay un dominio de la simetría, casi absoluto, que permite construir la imagen casi como si se hubiera reflejado la mitad de ella en un espejo. Las curvas son casi exactas y también la disposición de los personajes que hay a un lado y otro de la figura de Cristo. Es una escena realmente muy interesante.
También lo es esta otra escena, en donde aparece Cristo sobre el pináculo del templo de Jerusalén. San Lucas 4, 9-13. “….Le condujo luego a Jerusalén y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres hijo de Dios échate de aquí abajo; porqué escrito está : “A sus ángeles ha mandado sobre ti para que te guarden y te tomen en las manos para que no tropi ece tu pie contra las piedras”. Respondiendo, díjole Jesús: Dicho está: “no tentarás al Señor tu Dios”…”. Hay claros problemas en la composición de la disposición del cuerpo y los brazos que aparecen rechazando al demonio, la figura esquemática de negro.
En el vano de la puerta de la fachada del templo, aparece el busto de un personaje juvenil que lleva en sus manos dos varas florecidas cruzadas sobre el pecho, en una postura semejante a la del dios egipcio Osiris, lo que parece ser una alusión a la “parusia”, a la segunda venida de Cristo, que es contemplada por qie aparecen en la parte inferior.
La miniatura irlandesa va a ser muy admirada en la Europa Continental en siglos posteriores. Hay un texto del siglo XII que habla sobre el libro de Kells, que dice lo siguiente: “Hay en esta tantas composiciones como páginas, todas exquisitas gracias a la variedad de colores, si las observas de la manera habitual, superficialmente y sin prestar atención, te parecerán más una mancha que un todo integrado y no percibirás ninguna de sus sutilezas, cuando en realidad, todo es sutileza pura. En cambio, si dejas que la mirada descanse mas cerca y penetre con mayor profundidad en los misterios del arte, observarás lo intrincado de los detalles, tan delicados y finos, tan compactos y cuidadosamente artificiales, tan unidos y entrelazados, y no obstante, tan irradiados por la frescura de los colores, que seguramente creerás que toda la composición es obra de la destreza de un ángel y no de la de un hombre. La verdad es que cuanto más a menudo y más atentamente contemplo la obra, más enmudezco ante algo tan nuevo y percibo cada vez aspectos que redoblan mi admiración. “Este texto refleja muy bien todas las características que hemos estado viendo en los manuscritos de Kells.











martes, 9 de diciembre de 2008

LAS ABADÍAS CISTERCIENSES

El ARTE DEL CÍSTER NACE COMO RESPUESTA AL LUJO DE CLUNY III



Cluny III corresponde al número tres de las abadías progresivamente más complejas que se construyen en La Borgoña francesa: Cluny I en el siglo X, Cluny II a finales del X y comienzos del XI, y Cluny III en la segunda mitad del siglo XI, primera mitad del siglo XII.
En el plano de planta, figura el monasterio tal como estaba en vísperas de la Revolución Francesa, porque a finales del siglo XVIII la abadía fue brutalmente dañada material y espiritualmente, lo mismo que sucedió a casi todas las abadías masculinas de Francia. Este es un modelo de planta cluniacense que por sus proporciones y riqueza no fue fácil de emular, y suponía para todos los benedictinos el modelo ideal. Era una planta de iglesia de gran formato, pues en la mente de San Hugo, iniciador de este edificio, estaba la idea de rivalizar con la basílica paleocristiana de San Pedro de Roma, lo que le dio cinco naves, una cabecera con girola, capillas radiales en número de cinco y dos transeptos, el menor y el mayor. Las cinco naves iban precedidas de un amplio nártex o vestíbulo flanqueado por dos torres. En el lado norte, estaban el cementerio y otras dependencias menores.
El plano muestra la planta del recinto monástico hacia el año 1150. Junto al modelo románico pleno de la iglesia de Cluny III vemos los restos de lo que fue la cabecera de Cluny II.
Sabemos que hubo cierta crítica por parte de miembros cualificados de la Iglesia y por parte de los fieles, de que se hubiera destruido Cluny II recién acabada, con un maravilloso claustro con capiteles de piedra tallada, donde se había gastado mucho dinero. No habían pasado aún cuarenta años, cuando se decide por parte de San Hugo hacer tabla rasa de lo que había; solo se conservó la cabecera de Cluny II. Levantar esta gran obra ocupó desde el último tercio del siglo XI hasta gran parte del siglo XII, con el costo económico que ello supone. Pero es más, a esta grandiosa obra se le incorporaron elementos decorativos, en forma de escultura monumental, en la doble portada y en los capiteles del nuevo claustro. De tal manera, que dentro de la propia comunidad cluniacense hubo gentes que veían mal este derroche. Decían, que para adorar a Dios, para rendir culto a la divinidad, muchas de estas cosas eran obstáculo por el excesivo lujo y por los programas iconográficos narrativos que, en ocasiones, o rozaban la herejía o introducían temas profanos.

EL NACIMIENTO DE LA ORDEN CISTERCIENSE
Una pequeña comunidad de monjes cluniacenses, benedictinos también, va a reaccionar contra aquel estado de cosas. De Cluny, marchan una serie de monjes para fundar otra orden, que llamamos cisterciense, en otra zona de La Borgoña situada algo más al Norte. Aunque también benedictina como la de Cluny, va a presentar importantes novedades. No van contra la regla de San Benito, no van contra el deseo de vivir juntos y de rezar, sino que van defendiendo la austeridad, la soledad y la pobreza. Es una reacción contra las costumbres que se van implantando a finales del XI y comienzos del XII en Cluny. Son tan benedictinos como los cluniacenses, pero ellos defienden la pureza de la orden benedictina de San Benito de Nursia, siglos V y VI, fundador del monasterio primigenio de Montecasino (Italia). Pues bien, tenemos que ver la comunidad cisterciense como una voluntaria reacción ante el estado de cosas a que había llegado Cluny a finales del XI y comienzos del XII. Por tanto, va a surgir la orden cisterciense como reacción, buscando la fidelidad a la orden originaria.
La primera abadía fundacional del nuevo estado de cosas es la de Citeaux, por eso los monjes serán llamados cistercienses. Con poco tiempo de diferencia se va a fundar otra abadía, la de Clairvaux, también en la misma región de la Borgoña. Como el que la funda y se establece allí es el gran San Bernardo, será conocido en la historia como Bernardo de Clairvaux, es decir, Bernardo abad de Clairvaux.
ABADÍAS CISTERCIENSES DE FUNDACIÓN Y DE ADOPCIÓN. CARACTERÍSTICAS Y DIFERENCIAS
Citeaux y Clairvaux son las dos abadías primigenias de donde surgirán las demás fundaciones. Una abadía cisterciense de fundación, “ex novo”, se dedicará siempre a Santa María porque la tienen por su fundadora y benefactora, mientras que las abadías benedictinas cluniacenses tienen otras advocaciones, es decir, pueden elegir cualquier nombre de la escala del Santoral. Los monasterios que tengan como advocación a Santa María serán fundados por los cistercienses, por esos monjes de origen benedictino que han reaccionado ante el excesivo lujo, la excesiva riqueza, el excesivo afán de protagonismo de los cluniacenses. La nueva comunidad cisterciense que surge en época románica, va a tener su gran desarrollo en los siglos XII, XIII y XIV, de tal manera que se la va a identificar con el gótico temprano.
A partir de mediados del siglo XII empieza a decaer la orden de Cluny y se produce el arraigo y apogeo de la del Cister. Durante el siglo XI y primera mitad del siglo XII, los pontífices de Roma eran elegidos entre los monjes de Cluny, lo cual tenía como consecuencia que los papas que habían sido antiguos monjes cluniacenses vayan a favorecer a la orden cluniacense por encima de cualquier cosa. Pues bien, a partir de la segunda mitad del XII y buena parte del XIII, los pontífices romanos serán elegidos entre los abades del Cister, lo que va a repercutir en la Iglesia Occidental a medida que va triunfando esa reacción de austeridad, de estilo desornamentado que es el Cister, en detrimento o desventaja de Cluny.
Los monjes cistercienses van siendo cada vez más numerosos y habrá monjes de Cluny que piden ser admitidos en el Cister, que abandonan no solo Cluny III, sino también la gran cantidad de monasterios cluniacenses que estaban establecidos por toda Europa. Entonces, a partir del siglo XIII, además de las abadías originales de fundación vamos a encontrarnos en toda Europa abadías que son de adopción. Es decir, que primitivamente no eran cistercienses, pero que solicitan, con el abad en cabeza, un cambio de regla que les permitan pasar a ser cistercienses. Este fenómeno se da sobre todo en los siglos XIII y XIV. Estas abadías ya no serán de fundación, serán lo que llamamos de adopción. Es decir, no han nacido cistercienses, pero a lo largo de su historia han pedido que el Cister las adoptara.
Las abadías de adopción se van a distinguir facilmente de las de fundación. Aunque adoptan la regla del Cister y su tipo de vida no cambia su primitiva advocación. Naturalmente, si las abadías de adopción tienen unas portadas esculpidas con elementos figurados o si tienen un claustro muy tallado, no lo van a arruinar, lo que si harán es no explicar nada nuevo con adornos tallados. Lo que sea nuevo lo van a hacer según la regla de San Bernardo. Los cistercienses también se distinguen por el color de los hábitos, los monjes benedictinos cluniacenses vestían el hábito de lana, tintado de negro, de ahí que se llamaran monjes negros. Los monjes del Cister, como buscan la sencillez tal como se da en la naturaleza llevan el hábito sin teñir, y como los hábitos son de lana se dice que van vestidos de blanco, son los monjes blancos.
Los cluniacenses buscaban decorar el interior de sus edificios con imágenes, retablos, pinturas, telas colgadas, vidrieras de colores. Todo esto está proscrito en la orden del Cister, solo que a partir del siglo XIV, se admitirá como único elemento ornamental en el altar, la Cruz de Cristo sin imagen, es decir los dos brazos de madera sin teñir, una cruz latina preferentemente. La única excepción es la imagen de la Virgen con el Niño en brazos. Es decir, que las bellas artes están mucho más representadas en la comunidad cluniacense que en la cisterciense.
SAN BERNARDO DE CLARAVAL O CLAIRVAUX
San Bernardo de Claraval, no es el fundador de la Orden cisterciense, nació en La Borgoña el año 1090, es pues más joven que Hugo de Grenoble, abad de Cluny III. Era miembro de una familia de la nobleza borgoñona, de tal manera que a los hijos se les había dado una educación esmerada, lo que va a tener mucho que ver en la personalidad de San Bernardo, un hombre que lee con corrección el latín y el griego, que ha leído las fuentes clásicas y la patrística -los textos de los Santos Padres de la Iglesia- un hombre muy preparado, al margen de que fuera un hombre inteligente que lo era, y mucho. Sabía leer y sabía escribir, y escribir muy bien. Es uno de los santos medievales de los que mejor y más conocemos de su personalidad gracias al gran número de cartas que nos ha dejado.
San Bernardo, no solo era miembro de su comunidad, sino también viajero y culto. Se preocupaba de intercambiar correspondencia con las gentes más variadas de su época, igual daba que fueran nobles, reyes, el propio Pontífice, o gentes sencillas. Para todos tenía un consejo o la mano extendida para una ayuda. El número de cartas o sermones que escribió para las más importantes festividades del año litúrgico, constituyen hoy un panorama riquísimo, no solo para saber como era la Iglesia de la primera mitad del siglo XII, sino para conocer como era la sociedad de la Europa Occidental cristiana, contemporánea de San Bernardo.
Roberto de Molesmes, primer abad y fundador del Cister en el año 1098, era un monje cluniacense que sale de Cluny junto con doce compañeros y funda en Citeaux una nueva comunidad. El año 1112, llama a la puerta de esa abadía un joven Bernardo, a la edad de veintidós años. No entra solo, sino acompañado de treinta amigos y familiares, varios de ellos hermanos suyos, a los que había convencido para que le acompañaran, todos ellos con el mismo entusiasmo, a abandonar las riquezas del mundo y establecerse siguiendo la Orden del Cister. En 1115, dos años después de haber profesado en Citeaux recibe el encargo del nuevo abad, Esteban de Harding, de fundar una nueva abadía. En ese momento, se establece la tradición cisterciense de que las fundaciones tengan que ser obra de trece monjes, un abad y doce monjes. Cuando un monje desea fundar una nueva comunidad debe de solicitarlo a su abad, y si este le da su aprobación tendrán que ser trece monjes los que se vayan a establecer en otro lugar. Bernardo se va a instalar en Clairvaux. Esta será su abadía, donde vivirá y morirá, de ahí que le llamen Bernardo de Clarvaux o Claraval.
Clairvaux está en la región que conocemos como Champaña, territorio fronterizo al Norte de La Borgoña, cuya capital era y es la ciudad de Reims. A partir de 1115, Bernardo llevará una intensa política de fundación de nuevas abadías. En 1118, funda su primera filial, en 1130 funda la abadía de Fontenay. Pensemos que treinta y cinco años después de su establecimiento en Clairvaux, San Bernardo había fundado sesenta y nueve abadías. San Bernardo muere el 20 de agosto de 1153. En ese mismo día, se viene celebrando hoy la festividad de San Bernardo, porque es su nacimiento a la vida eterna. A su muerte, gracias a su labor y la de otros abades cistercienses, ya había 167 monasterios en España, Italia, Suiza, Alemania Occidental y los Países Bajos. Lo propio de estas fundaciones es que no rompan su cordón umbilical con las fundaciones de donde vienen. Hasta el siglo XV, una abadía recién fundada debe comprometerse a obedecer en todo a la abadía madre. Los abades realizan visitas anuales para ver si se cumple la regla, hay unas normas estrictas y la comunidad que se las salta es expulsada del Cister.
Bernardo no solo fue una autoridad en el campo de la teología monástica, sino que también era un gran diplomático al que se le consultaba todo, tanto en asuntos de Iglesia como en asuntos políticos. Logró suavizar los frecuentes conflictos que se producían entre cistercienses y benedictinos, era un apóstol de paz. Se puede decir que fue el árbitro de la Europa de la primera mitad del siglo XII. Fue muy amigo del papa Eugenio III, que había sido monje cisterciense y discípulo suyo. Bernardo a solicitud del papa llevará a cabo predicaciones de la Segunda Cruzada, para ir a recuperar los Santos Lugares.
Para celebrar el Capítulo General de la Orden Cisterciense de 1147, se elige la abadía de Clairvaux. La reunión se celebra en la sala capitular del monasterio, y la preside el propio papa Eugenio III, que acude desde Roma para estar con San Bernardo. Se va a imponer en todos los monasterios cistercienses una disciplina austera, una regla monástica que se basa la oración, en el desprendimiento de las cosas terrenas. En un principio, los cistercienses entran en conflicto con los cluniacenses, porque denuncian la riqueza de sus iglesias, la pompa de su liturgia y promueven la renovación de la vida monástica.
La devoción a la Virgen María va a estar por encima de todo. Todas las abadías cistercienses de nueva fundación van a estar dedicadas a Santa María. Si leemos la Divina Comedia de Dante Alighieri, veremos que cuando Dante quiere acercarse en el Paraíso ante el trono de la Virgen, el poeta se presenta de la mano de un monje cisterciense, puesto que se decía que el monje cisterciense era el mejor salvoconducto para ir al Cielo. En los últimos años de su vida, nuestro Jaime el Conquistador, gran protector del monasterio cisterciense de Santa María de Poblet, dejó el trono a su hijo mayor y se recluyó en este monasterio. En su testamento, solicitó ser enterrado en Poblet con el hábito cisterciense.
EL IDEARIO ARTÍSTICO DE SAN BERNARDO
El ideario artístico de San Bernardo se va a ver reflejado en las abadías del Cister de época temprana. Si se recorren algunas zonas de Baviera u otras zonas europeas nos podemos encontrar con maravillosos monasterios cistercienses barrocos o rococós. No obstante, cuando hablamos de arte cisterciense no pensamos en estos monumentos, sino en abadías de fundación más tempranas, siglos XII, XIII y XIV, que adoptan una serie de elementos propios de su tiempo y que luego irán abandonando cuando surja el Gótico Tardío, cuando surja el Renacimiento, cuando surja el Barroco.
Las primeras abadías siguen el arte de su tiempo, no tiene que extrañar el empleo del arco apuntado, que no es sinónimo de gótico, pues el arco apuntado es propio de La Borgoña, lo tenemos en San Lázaro de Autun y en Cluny III, en pleno siglo XI. Entonces el arco apuntado ni es propio del gótico, ni es creación de los cistercienses, es propio del románico de La Borgoña y de ahí lo toma San Bernardo. Lo que pasa es que como luego los monjes de otras generaciones siguen haciendo abadías nuevas en los siglos XIII y XIV van asimilando los nuevos sistemas constructivos de abovedamiento de su tiempo. Pero la bóveda de crucería no la inventan los cistercienses, no la inventa San Bernardo. Ellos no son creadores de una nueva arquitectura, ellos defienden la arquitectura de su tiempo, pero desornamentada, desprovista de enriquecimientos añadidos.
Para San Bernardo, la escultura era lo más peligroso y luego la pintura, esta se puede borrar, la escultura no, la escultura queda. Incluso, San Bernardo era partidario de las vidrieras o láminas de alabastro sin decorar, sin pintar, no de las vidrieras policromas que se ponen de moda a partir del siglo XII, dentro de las comunidades cluniacenses. La luz blanca, va a entrar por los vanos de las ventanas sin dejar en el suelo figura alguna. San Bernardo prescinde del color y de la figura, por ello dejó dicho que la escultura que estaba en portadas, en capiteles, en ménsulas o modillones era un lujo pernicioso, y que las obras de arte son ídolos que separan de Dios. Hemos dicho que muere en 1153. Es uno de los santos más tempranamente canonizados, en vida ya era tenido por santo. Se le canoniza en 1174, primero es considerado patrono de la Borgoña y más tarde santo universal. Será enterrado en la abadía de Clarvaux.
Muy poca escultura, apenas nada. Cuando, en los siglos XIV y XV, empiecen a decorarse tímidamente los claustros, se dice que para la decoración se utilice, si se desea, la naturaleza como fuente de inspiración, es decir, la flora local. Por eso, si comparamos la decoración de muchas de las bellísimas abadías gallegas y del norte de Portugal, con la decoración vegetal de las de Aragón, Cataluña y el norte de la provincia de Valencia, veremos que es distinta la decoración. En Galicia se da mucho el castaño, por ejemplo, mientras que en Aragón se da otro tipo de vegetación.
Se aconseja que no haya torres-campanario, nada que rompa la uniformidad de la abadía, en la que tiene que predominar la línea horizontal, que los edificios sean poco elevados, que no sobresalgan de las murallas que los van a proteger y rodear. Las abadías cistercienses aragonesas, castellanas, navarras, tienen torres pero son torres de los siglos XVI, XVII y XVIII.
LAS FUNDACIONES CISTERCIENSES DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Una de las zonas de Europa Occidental que más tardó en recibir fundaciones cistercienses fue la Península Ibérica. Un monje de una abadía cercana a Ginebra, a mediados de los años 40, escribe a Bernardo de Claraval, pidiéndole permiso para establecerse al Sur de los Pirineos. La carta de San Bernardo, que no tiene desperdicio, se lo desaconseja, diciéndole que al Sur de los Pirineos hay una tierra de peligro, que no se sabe a que punto los lugareños los van a recibir bien, y sobre todo, que las gentes están siempre en guerra contra el Islam.
Solo a partir de mediados del siglo XII, merced a la política de los reyes, concretamente en Aragón: Ramón Berenguer IV y Alfonso II, y en Castilla y León, Alfonso VII, serán los que soliciten y faciliten la llegada de los primeros monjes cistercienses a la península.
Una de las abadías más antiguas de España, sino la más antigua, es la de Santa María de Fitero, en Navarra; después le viene en el tiempo, la abadía de Santa María de Veruela, de la diócesis de Tarazona, al pie del Moncayo. Son dos de las abadías más antiguas de nuestra península. A finales del XII, comienzos del XIII, la frontera hispano-musulmana va haciéndose más segura, avanza la Reconquista, y ello hace que se multipliquen las fundaciones cistercienses. Si cogemos un mapa de las fundaciones cistercienses en la Península Ibérica, veremos que siguen el orden de la Reconquista, que apenas hay abadías cistercienses en el Sur, recordemos que Sevilla y Córdoba las va a reconquistar Fernando III el Santo en el siglo XIII. Donde no hay una sola abadía cisterciense, es en el antiguo reino moro de Granada, que va a ser reconquistado por los Reyes Católicos en 1492.
Cuando hablamos de las abadías, nos referimos no solo a la iglesia, sino también a toda una serie de edificaciones que son imprescindibles para la vida en comunidad. Desgraciadamente, la mayor parte de los monasterios cluniacenses románicos han perdido todo eso, son escasos los monasterios que conserven su claustro, por ejemplo, San Juan de la Peña. En San Martín de Frómista, solo queda la iglesia, en San Salvador de Leire queda un capitel del claustro. Es decir, de los siglos XI y XII lo más habitual es que, en los monasterios cluniacenses, no se hayan conservado el claustro, el refectorio, la sala capitular y el dormitorio. Sin embargo, en la comunidad cisterciense estas construcciones han llegado hasta nosotros. Uno de los monasterios cistercienses más cuidado, restaurado recientemente, es el de Nuestra Señora de Fitero, en donde en realidad ya no viven monjes, la iglesia es la parroquia de la localidad, pero el gobierno de Navarra está haciendo una importantísima labor para recuperar el claustro y la sala capitular. También en Navarra, está el monasterio de Santa María de la Oliva que tiene una vida monástica muy activa.
Los monasterios hispanos, como los franceses perdieron su comunidad religiosa a finales del XVIII y comienzos del XIX, con la Revolución Francesa y con la llamada Ley de Desamortización, en España en los años 20 del siglo XIX, año más, año menos. Por toda Europa, los monasterios masculinos fueron obligados a vaciarse, y las posesiones y los edificios fueron vendidos a particulares. Esa fue causa y razón de la destrucción de gran parte del patrimonio monástico español, no solo de los cistercienses y cluniacenses, sino de todas las órdenes religiosas. Algunos volvieron a recuperar su vida monástica, como San Salvador de Leire, en el siglo XX, después de haber estado siglo y pico abandonado a su suerte, también Santa María de la Oliva. Otros como Fitero solo salvaron la iglesia, que pasó a ser la parroquia de lugar. Lo mismo pasa en Veruela, lo mismo pasa en Piedra. Comunidad con vida monástica todos conocemos Santa María de Poblet, pero no le pasa lo mismo a Santa Creus, que es parroquia del lugar

LA ABADÍA DE FONTENAYSe ha elegido esta abadía de la Borgoña francesa, porque indiscutiblemente es la que mejor se conserva de todas las fundadas por San Bernardo en Francia, y la que obedece mejor al plan cisterciense. No podemos enseñar ni Clairvaux, ni Citeaux. Sin embargo, a continuación, vamos a hacer una breve referencia de la abadía de Clairvaux fundada por San Bernardo de Claraval.
LA ABADÍA DE CLAIRVAUX
En la ilustración figura el plano de la abadía de Clairvaux en vísperas de la Revolución Francesa. El claustro, siempre que se pueda, recomienda Bernardo situarlo en el lado meridional de la iglesia, por ser el más cálido. Con posterioridad, se incorporó a la cabecera de la iglesia una girola con nuevos altares, que no se conserva. Aquí hay una recopilación de plantas de monasterios cistercienses del siglo XI. Lo que pide Bernardo es que haya luz para que los oficios religiosos puedan ser seguidos perfectamente por la comunidad, el abad celebrará siempre en el altar mayor. Los altares secundarios, a derecha e izquierda, siempre en número par, serán para que los monjes celebren allí. Bernardo no toma partido sobre si la cabecera tiene que ser de planta semicircular o de testero recto, lo que llamamos cabecera cuadrada. Siempre tiene que haber más de un altar, y el altar mayor ha de estar dedicado al abad.
Hay una miniatura del siglo XV procedente de una abadía cisterciense de La Borgoña y conservada en la Biblioteca Nacional de París, que representa a San Bernardo en la sala capitular dirigiendo las oraciones en su comunidad. En la parte inferior de la miniatura, se recoge el pasaje biográfico de las tentaciones a San Bernardo por el maligno en forma de dragón alado. Nos sirve para que imaginemos como era la sala capitular que es, después de la iglesia, la sala más importante del monasterio. Se encuentra en la misma zona que la capilla mayor, es decir en la zona este, en la zona oriental.
EMPLAZAMIENTO DE LA ABADÍA DE FONTENAY
El lugar estaba caracterizado, incluso hoy, por la gran cantidad de fuentes de agua potable, por eso el nombre de Fontenay, que quiere decir el lugar de las fuentes. San Bernardo cuando da por escrito una normativa para que los monjes que lo deseen vayan a hacer nuevas fundaciones, indica que el lugar preferible es el que disponga de agua y madera. Es decir, cerca de un río, con abundantes fuentes y cerca de un bosque, para tener madera para la arquitectura y leña para hacer fuego y calentarse. Bernardo aconseja que las fundaciones se hagan fuera y lejos de las ciudades para no romper el silencio, al contrario de Cluny que eran comunidades urbanas, y que las abadías estén protegidas por una muralla para mantenerlas más aisladas. Todas estas recomendaciones se cumplen en las fundaciones de los siglos XII, XIII y XIV.
No tuvo campanario, todo lo más se le incorporará una pequeña espadaña en fecha tardía. San Bernardo defiende que las construcciones se hagan preferentemente en piedra sillar de la localidad.
CRONOLOGÍA CONSTRUCTIVA DE LA ABADÍA DE FONTENAY
Es la más antigua que ha llegado intacta, o casi, hasta nosotros. Uno de los ejemplos más antiguos de la arquitectura temprana cisterciense. Hoy es patrimonio del Estado Francés y se visita en horarios establecidos. En temporada estival, tienen lugar conciertos de música o determinadas ceremonias religiosas. Por la pureza de sus edificios, ha sido escenario de muchas de las películas de ambiente medieval que se han realizado en Francia. Se construye bajo la dirección de San Bernardo, que sabemos controlaba las obras. Su parte más importante pertenece a los siglos XII y XIII.
Su planta es copia de la del monasterio de Clairvaux, un modelo que llega a Fontenay, en 1135, para que sirva de ejemplo para los que van a levantar esta nueva abadía. De tal manera, que diríamos que recoge los ideales de San Bernardo. También se ha dicho que Fontenay sigue la planta bernardina al Norte de la Borgoña. Pertenece a la diócesis de Autun. El deseo de fundar allí una comunidad arranca de los documentos de 1119, aunque la construcción de la iglesia y las dependencias será posterior. Será un primo hermano de San Bernardo, llamado Godofredo, monje de Clairvaux, el que en el año 1119, pide a San Bernardo permiso para ir acompañado de doce monjes, a establecerse al norte de La Borgoña y construir una nueva abadía.
Sabemos que el emplazamiento actual es distinto del elegido en primer lugar. La primera comunidad se establece en un lugar que resulta poco cómodo. Era una zona alta en el valle, muy fría y azotada por los vientos. Godofredo pide permiso a san Bernardo para trasladarse a una zona más cálida, llena de fuentes y de bosques. San Bernardo se lo concede, estamos en 1130. En 1135, ha llegado a Fontenay lo que llamamos la planta bernardina, el modelo de Claraval para que se haga la nueva fundación. En un principio, lo que buscan los monjes es hacer rápidamente, con materiales efímeros, una pequeña capilla donde rezar, un pequeño lugar para comer y un pequeño lugar donde dormir. Pero, eso no es la abadía definitiva, la cual harán de acuerdo con los planos que les presta el abad fundador de otra abadía, y cuya construcción en piedra llevará bastante tiempo. San Bernardo defiende que las abadías se hacen para durar, de ahí que las abadías tengan profundas cimentaciones. El agua tiene que llegar a ciertas zonas del monasterio, pero no a la iglesia, y tiene que ir canalizada para que no se inunden las zonas fundamentales del monasterio como la iglesia y la sala capitular. El agua se canalizará para que alcance el refectorio y el lavabo, las demás zonas no deben de recibir agua. Esto está perfectamente indicado en la norma.
En 1130, los monjes se marchan al lugar definitivo, un lugar llano, con agua de fuente natural y con bosque. Lo primero que tienen que hacer los monjes es buscar lugares ricos en agua, y luego hacer obras de avenamiento y canalización antes de empezar a construir el monasterio. Cuando se establecen trece monjes en un lugar suelen ir con ellos monjes de otros monasterios ya edificados, para enseñarles. De ahí, que se dice que los mejores arquitectos del siglo XIII eran los monjes cistercienses, porque también Bernardo insiste en algo que no se tenía en cuenta en Cluny, y es que los monasterios se tienen que hacer con las propias manos de los monjes, nada de contratar a gente de fuera, como sucedió en Cluny III, Serán los propios monjes que cuando descansen de la obra recen, para que la fábrica se haga mejor.
La construcción de la iglesia se inicia en 1139. Si tenemos en cuenta su tamaño y que va a estar completamente abovedada, se hace relativamente pronto, pues se va a terminar en el año 1147. El día 21 de septiembre de ese año, tendrá lugar en el altar mayor de la iglesia de la abadía de Fontenay la consagración del altar mayor. La gran ceremonia será presidida por el propio papa Eugenio III, monje cisterciense y antiguo discípulo de Bernardo, que también asiste al acto. Eso convierte a Fontenay en una abadía privilegiada.
Hoy, como veremos, se conserva casi completa, solo hay que lamentar la pérdida por ruina del refectorio, adosado el lado sur del claustro. Vamos a dar mención de dos alteraciones o pérdidas: el refectorio que se arruina en el siglo XVIII y la sala capitular de planta cuadrada, que hoy es rectangular, pues en el siglo XV se le quita parte de la cabecera, para poder ampliar otras dependencias fuera de la sala capitular. Todo lo demás está completo. En el altar mayor, solo se conserva la imagen de la Virgen de Santa María de Fontenay, el resto del mobiliario original no existe.
A partir de su construcción, pontífices y reyes van a considerar Fontenay monasterio privilegiado, Los duques de Borgoña van a declararse protectores oficiales de Fontenay.
Hay que insistir en que en 1147 se termina la iglesia, pero no entendamos que se ha acabado el monasterio, pues aún están en construcción el claustro y las demás dependencias que se van a edificar. No solo nos referimos al refectorio, la sala de enfermos, la sala capitular, los dormitorios, la sala de legos y la enfermería, sino también a otras construcciones, como el almacén de grano, las bodegas, la herrería, etc. pues un monasterio para ser autosuficiente tiene que dedicarse a la ganadería y la agricultura, para obtener los productos necesarios para su consumo interno. Las obras se prolongarán durante la segunda mitad del siglo XII y a lo largo del XIII.
LA ETAPA TRISTE DE FONTENAY
En el siglo XIV tiene lugar la guerra de los Cien Años, que duró más. Las turbulencias militares y políticas que afectan a La Borgoña, afectan también a Fontenay. En 1359, los ingleses saquean Fontenay, los monjes no se van pero les dejan el monasterio arruinado. A finales del siglo XIV y comienzos del XV, el enérgico abad Nicolás se propone restaurar el monasterio y devolverle su antiguo esplendor, lo primero que hace es reconstruir la muralla, arruinada por los ingleses, y hacerla más alta, es decir, asegurar su defensa de posibles invasiones militares. A mediados del siglo XVI, las Guerras de Religión que afligen a Francia, afectan también a la comunidad de Fontenay, muchos monjes se marchan y escasean las vocaciones. A principios del siglo XVIII, el refectorio amenazaba ruina, será el propio abad el que, por razones de seguridad, mande derribarlo.
A finales del siglo XVIII llega la Revolución Francesa, y en los años 20 del siglo XIX, como en tantos lugares de Francia y Europa, los monjes se dispersan y abandonan la abadía. Lo más triste es que por orden del gobierno francés, como pasó en otros muchos monasterios, son vendidos los bienes de Fontenay a particulares en pública subasta. Un importante hombre acaudalado lo compra y decide hacer allí una fábrica de papel, aprovechando la abundancia de agua. Su vivienda la acomoda en una de las construcciones. A mediados del siglo XIX, otras gentes, los mismos que están intentando recupera Cluny, se unen para comprar al propietario su fábrica, y deciden la restauración del monasterio, recuperando en la medida de lo posible la riqueza artística de Fontenay, pero los monjes no volverán jamás. En una iglesia parroquial próxima, se localiza la imagen de la Virgen de Fontenay, del siglo XIV, que se había salvado de la Revolución, y se coloca en una de las capillas del brazo norte del transepto de la iglesia de Fontenay. Hoy, Fontenay es un monumento administrado por el Ministerio de Cultura Francés que puede visitarse, pero no es un lugar de culto continuo, solo se celebran ceremonias religiosas en señaladas fechas, como el 20 de agosto, día de San Bernardo.
PLANTA IDEAL DE UN MONASTERIO CISTERCIENSE. ORGANIZACIÓN Y FUNCIONES DE LAS DEPENDENCIAS DE LA ABADÍA DE FONTENAY
En la ilustración tenemos la planta ideal de un monasterio cisterciense, que se acomoda perfectamente a la de la abadía de Fontenay. En un lado está la iglesia; adosado a su costado sur, el claustro; y en el entorno, la serie de construcciones necesarias para la vida en comunidad. Los edificios tienen que tener unos principios de seguridad y salubridad, es decir, que sean lugares seguros y que no sean húmedos. Además, hay que conseguir que los edificios fundamentales no sean perecederos, de ahí que Bernardo aconseje que se hagan en piedra sillar con importante cimentación. Por eso, se ha dicho que los cistercienses eran grandes constructores, porque hacían edificios para la eternidad.
La iglesia es de planta de cruz latina. En el altar mayor, se va a celebrar la consagración de la abadía y va a oficiar el abad. Ese protagonismo se determina por su mayor tamaño. A cada lado del transepto o nave transversal, dos, tres, o cuatro capillas, habitualmente tres. En la capilla mayor es donde oficia el abad que es el que preside las celebraciones.
El transepto dispone de puertas, unas comunican con el claustro, y otras con dependencias y el exterior. La puerta del lado Norte comunica con el carnario o pudridero, y con el cementerio. Una pequeña puerta nos lleva a la sacristía (B) y una escalera nos sube desde el transepto al segundo piso de la galería oriental del claustro.
La zona del lado oriental es muy importante, la galería oriental del claustro es la única que justifica que tenga dos pisos, las demás construcciones de las restantes galerías tienen una sola planta. En la ilustración solo se ha representado la planta baja. Hay una segunda escalera (E) que sirve para bajar al claustro.
La planta baja esta compartimentada en varias zonas, la más importante es la sala capitular (D), el corazón de la abadía que tiene que estar abierta al claustro, donde se reúne el capítulo al final del día. El locutorio (F) es donde los monjes podían hablar en privado con el abad, si tenían necesidad de ello, porque esta es una institución en la que cuando el abad pregunta, todos deben de contestar públicamente, pero para las entrevistas privadas está el locutorio. La habitación (C) es una zona donde se almacenan los libros, porque Fontenay además de un lugar de oración es un lugar de lectura, donde tienen un taller donde hacen libros que ilustran con miniaturas.
La gran sala destinada a los monjes (G) se utiliza de biblioteca y sala de lectura, pero, también es el lugar donde los monjes trabajan artesanalmente. A continuación, se encuentran otras dos habitaciones (R) y (S), entre las que no puede faltar la zona dedicada a los monjes enfermos que no pueden participar de todas las acciones de los monjes, y se les destina este lugar próximo a la fuente y no lejos de la cocina, donde pueden estar convenientemente atendidos, sobre todo los ancianos. (En la ilustración se han señalado las líneas del agua, que evidentemente están aisladas).
La planta superior es una nave lúcida con cubierta de madera, habitualmente a dos aguas, toda ella dedicada a dormitorio colectivo. Todo es abovedado, salvo este segundo piso que corre por encima de la sacristía, de la sala capitular, de la escalera, del locutorio y de la sala de monjes. Por las escaleras, se puede ir directamente del dormitorio, a la iglesia y al claustro; y viceversa, porque a lo largo de la noche los monjes deben abandonar el dormitorio y acudir al templo.
La zona colectiva del refectorio o comedor (I), es un elemento fundamental. En él tiene que haber siempre un púlpito para el lector, con su correspondiente escalera trabajada en el propio muro. El lector lee los pasajes que corresponden a cada día, mientras los monjes escuchan, porque en el refectorio no se habla. La mesa principal la preside el abad, que así puede ver al resto de los monjes mientras comen. El refectorio es la pieza perpendicular a la crujía o galería sur del claustro. Frente al refectorio, tiene que estar siempre el lavabo que se cubre con un pequeño templete. Los monjes, procedentes del claustro, entran silenciosamente en el comedor, antes se habrán lavado las manos en el lavabo que hay en el templete (Q), situado enfrente del comedor. Lo mismo, harán al salir del refectorio.
La cocina (J) y las labores de limpieza se encomiendan a los legos que no han alcanzado la categoría de monjes, algunos porque son gentes contratadas de las aldeas próximas que llevan una vida sencilla al servicio del monasterio, pero otros son los legos que están en preparación a fin de ser consagrados como monjes.
La parte occidental abierta al claustro corresponde a los legos, con su propio refectorio (K), su propia cuarto de estar (M), y un dormitorio situado encima, cubierto con madera; el resto, abovedado. Esta zona es la que peor se ha conservado de la abadía, porque aquí se puso una fábrica de papel.
Las iglesias son muy largas, y están divididas en dos partes: la parte para los monjes que han recibido las órdenes, con su coro; y la zona para los legos en la zona de los pies de la iglesia, con su propio coro.
A la iglesia, se llega por una escalera desde el piso de arriba, pero también se llega fácilmente desde la galería norte del claustro, y lo mismo les pasa a los legos para acceder a la zona reservada para ellos en la iglesia.
Las abadías tenían una estructura productiva autónoma, por tanto se dedicaban también a la agricultura y a la ganadería. El edificio donde se guardaban las caballerías, hoy museo, se conserva en buen estado.
Las corrientes de agua se han canalizado, el agua tiene que ser accesible a las zonas de lavabo, cocina y refectorio, pero debe de permanecer ajena a la zona de la iglesia y sala capitular.
LA ABADÍA DE FONTENAY HOY
En la ilustración aparece en tono negro oscuro, la planta de Fontenay tal y como se encuentra en la actualidad. En la cabecera destaca, el cuerpo mayor que corresponde al eje de la nave, lo que se llama en términos arquitectónicos la capilla axial, que es la mayor. A ambos lados, las capillas colaterales.
El dormitorio está situado encima la galería oriental del claustro. Toda esta galería tiene dos pisos, e incluye en el piso inferior no solo la sacristía, el espacio para libros y el locutorio, sino también la sala de monjes, una habitación muy larga, dividida en dos naves con bóveda de crucería, donde residen los monjes y hacen sus labores de artesanía, encuadernación de libros, donde trabajan para la mejora de las obras del monasterio, etc. La sala de monjes no puede faltar en ningún monasterio cisterciense.
No se han conservado la cocina, el calefactorio y el refectorio. La galería occidental del claustro es la única que se cubre con bóveda de crucería simple, con cuatro plementos únicamente, todas las demás se cubren con bóveda de arista.
En la iglesia, la nave mayor está cubierta con bóveda de cañón apuntado y las naves laterales se cubren con bóvedas de cañón apuntado transversales al eje de la nave, la cual tiene ventanas entre los contrafuertes.
Anejo al calefactorio, estaba la zona para los enfermos, un pequeño reducto en el que estaban los monjes de mayor edad o afectados por enfermedades, tenían derecho a permanecer en esta habitación más cálida por estar cerca de las instalaciones de la cocina.
Habíamos visto el entorno, habíamos visto lo que quede en pie, subrayando que el refectorio no se conserva, por eso tiene una trama clara, y que de la sala capitular que son siempre cuadradas divididas en tres naves tanto transversal como longitudinalmente, es decir en nueve tramos solo queda la zona de los pies y centro, porque la de la cabecera se eliminó por razones de necesidad para el monasterio en época contemporánea. En Fontenay, no se ha conservado nada de lo que era la zona de los legos.
Es una arquitectura muy racional de elementos limpios, desnudos, en donde cada elemento tiene su justificación únicamente por su función constructiva, en la que prima la horizontalidad, la falta de decoración y la desnudez de los muros.
DESCRIPCIÓN DE LA IGLESIA DE FONTENAYSan Bernardo recomienda en las primeras abadías cistercienses que, a la manera de las basílicas paleocristianas, no se acceda directamente a la iglesia, sino que haya un pequeño vestíbulo o nártex. No se permiten pinturas murales, ni vidrieras de colores, ni esculturas que decoren capiteles o ménsulas. En caso de desear alguna ornamentación, se dice que se limiten a plasmar la naturaleza obra del Creador, que se inspiren en la vegetación del entorno. Por ello, hay tantas variantes de ornamentación vegetal como abadías cistercienses.
La iglesia se cubre toda con bóveda de cañón. No tiene torre-linterna. Tiene transepto o nave transversal porque la nave es de cruz latina. Las capillas, cubiertas con bóveda de cañón, están abiertas a la nave transepto. No se debe hablar de crucero, ya que no hay torre-linterna.
En una de las capillas del lado del Evangelio, se venera la imagen de Santa María que, con ocasión de la Revolución Francesa, había sido salvada de la destrucción por haber sido guardada en una casa privada. Es la imagen que presidió el altar mayor y los oficios de la abadía durante mucho tiempo, la podemos datar en el siglo XIV, entre 1330 y 1340. Representa un modelo de Virgen de ternura en el que se manifiesta el afecto que une a la madre y al hijo, y está en bastante buen estado de conservación. Es una escultura de cuerpo completo, de tamaño algo menor que el natural. A partir de la segunda mitad del siglo XIII, se hacen más flexibles las rígidas normas por las que se desaconsejaba cualquier tipo de iconografía, excepto la cruz sin pintura o escultura, permitiéndose la imagen de Santa María.
En la vista exterior, donde se sitúa la cabecera, apreciamos las capillas laterales y la principal con un número de ventanas que no es casual. El número tres que alude a la Trinidad está presente en las iglesias cistercienses.
En la entrada del templo, no vemos una portada en sentido estricto, sino la severidad puesta al máximo. Recordemos que se está terminando la iglesia en la primera mitad del siglo XII, y que no tiene nada que ver con cualquiera de las portadas cluniacenses. Los contrafuertes denuncian la configuración interna en tres naves, las laterales más estrechas y más bajas. Un tejado a doble vertiente para la nave mayor, y un tejado a una sola vertiente para las naves laterales. La puerta que nos lleva al interior de la iglesia muestra cuatro ventanas, símbolo de los cuatro evangelistas y una fachada que carece prácticamente de portada. Esto se opone al ideario cluniacense, en el que las iglesias deben de tener una portada esculpida que atraiga a los fieles y les explique su programa, como por ejemplo, en San Pedro de Moissac y en la abadía de Sainte Foy des Conques. Aquí, sin embargo, hay una gran severidad, falta de torres, solo hay una puerta sin decoración ni en las jambas, ni en el tímpano. Esto se hace en defensa de la sencillez de una arquitectura desornamentada, ya que los habitantes de este monasterio no quieren nada que les pueda distraer de su verdadera finalidad. Este es un contraste muy acusado con la comunidad cluniacense, también de origen borgoñón, en la que se defiende todo lo contrario, aproximarnos al Señor, a través de la naturaleza, a través de la belleza, a través del lujo, que haga imaginar como puede ser la contemplación divina en el Cielo si hay tanta belleza en la Tierra.
Los contrafuertes, a los lados de la puerta, marcan la división tripartita del interior de naves muy largas, las laterales más bajas que la central, pero sobre todo en este caso no tanto más bajas, sino más estrechas para que las ceremonias monásticas se celebren con todo lucimiento por la nave mayor, la nave principal.
Estamos en los pies de la nave central, mirando hacia la cabecera. Vemos la cubierta de cañón apuntado con arcos fajones que la dividen en tramos. Las naves laterales se cubren con bóvedas de cañón apuntado, transversales al eje de la nave principal como en la basílica de Majencio. Desde la nave central, se ven los arcos formeros apuntados que la ponen en comunicación con las laterales, y más arriba la bóveda. No aparece la serie de pisos que se podían encontrar en el románico, o que veremos en el gótico.
En Cluny, se podían ver arcos formeros, triforio y ventanal, y en el caso de las iglesias de peregrinación se veían arcos formeros, tribuna y bóveda. Aquí, únicamente la planta inferior y la cubierta, en todos los casos predomina la horizontalidad sobre la verticalidad.
Si los capiteles de la Magdalena de Vezèlay o Saint Sernin de Toulouse, por ejemplo, llamaban la atención por su riqueza ornamental, aquí absolutamente nada, no puede haber mayor severidad. No olvidemos que estamos ante una iglesia que cumple escrupulosamente la normativa de San Bernardo, estamos ante la iglesia que mejor sirve, a falta de otras que no han llegado a nosotros, para saber los ideales de la orden de Citeaux.
La nave mayor es ciega, salvo en la cabecera y los pies. A ella, llega la luz a través de ventanas abiertas en los muros perimetrales. Tiene arcos formeros en sentido longitudinal, y arcos fajones en sentido transversal que apean en medias columnas, las cuales, a su vez, se elevan desde las pilastras adosadas a los pilares cuadriformes.
Las naves laterales se dividen en tramos, y cada tramo se cubre con bóveda de cañón apuntada, transversal al eje de la nave mayor. Todo se hace a base de línea recta, aquí no hay elementos curvos para nada. Lo que llama la atención, igual que sucede en la arquitectura cartujana es la gran longitud del cuerpo de naves, lo que se debe a que se divide en dos zonas: la zona oriental, más próxima al altar destinada a los monjes, y la zona occidental, ocupada por los legos, a los que también les está reservada la zona occidental del claustro.
Habitualmente, la cabecera de la iglesia se coloca al Este, simbolizando el nacimiento del Sol, por eso se dice que una iglesia está orientada, cuando su cabecera está al Este.
Todo está hecho en piedra. En la decoración esculpida, que está solo en el claustro, se permiten únicamente elementos de tipo vegetal muy sencillos. En la iglesia, se ha prescindido casi completamente de cualquier tipo de decoración en los capiteles.
Vemos que todos son volúmenes puros, formas geométricas arrancando del cubo, ningún elemento curvo, ningún elemento semicircular o cilíndrico. Las ventanas de la cabecera se disponen, por grupos de tres, en dos filas superpuestas. Los arcos para los vanos pueden ser de medio punto o ligeramente apuntados. El apuntamiento de las bóvedas, no tiene la exagerada agudeza del arco que se va ver después en otras construcciones plenamente góticas.
Al reanudarse el culto religioso en esta iglesia, una vez terminada la primera guerra mundial, es cuando se coloca una espadaña con una pequeña campana. Bernardo desaconseja colocar elementos como las campanas, aludiendo a que si se colocan en una torre puede dar la sensación de orgullo. La sencillez, la humildad, tienen que ser elementos característicos de esta arquitectura, elementos horizontales que se confundan con el valle, con la geografía ambiental.
En la planta, se puede advertir como se han señalado las bóvedas, indicándose que las cubiertas de las dos naves del refectorio, hoy inexistente, eran de bóveda de crucería sencilla. Igualmente, se señala que la nave mayor de la iglesia tiene bóveda de cañón apuntada y también la nave transversal o transepto, dibujándose con una línea de puntos central para significar que son apuntadas. Lo mismo se puede decir de la cubierta de las naves laterales, divididas en tramos con bóveda de cañón apuntada, perpendiculares al eje de la nave. También tienen bóveda de crucería, la sala capitular, la sala de monjes, y la zona de las cuadras, hoy museo.
Al traspasar el umbral de la puerta occidental, vemos la larga nave, el doble de ancha que las laterales. Falta el mobiliario, por lo que la tenemos que imaginar dividida en dos. Al fondo, la capilla mayor nos ofrece dos filas de ventanas de medio punto. Por encima, como la capilla mayor es más baja que la nave, se han podido abrir cinco ventanas para subrayar la importancia del altar donde se celebra el sacrificio de la misa. La iglesia tiene transepto, pero no crucero, porque no existe torre linterna.
Los soportes del edificio están configurados por pilares cruciformes, a los que se adosan medias columnas en los vanos de los arcos formeros, con su basa y un capitel, compuesto por el equino y el ábaco. Sobre el brazo de la cruz que da a la nave central, a la altura de los riñones del arco, arranca una segunda media columna que es la sustentación de los arcos fajones que refuerzan la bóveda y la dividen en tramos. A cada tramo de la nave mayor, corresponde un tramo de la nave lateral, con la diferencia de que en la nave mayor se cubren con una bóveda continua, mientras que en las laterales son bóvedas independientes, perpendiculares al eje de la nave. Naturalmente, hay arcos de medio punto que comunican cada tramo de la nave lateral con el siguiente.
Los arcos formeros, que “forman” el camino hacia el altar, de ahí su nombre, configuran en altura el único piso de la nave central. Los arcos fajones destacan de modo evidente en la bóveda. En pleno gótico, los arcos fajones son más delgados y se embeben en la bóveda.
En la cabecera, predomina el protagonismo de la capilla mayor frente a las capillas laterales. Hay una sola ventana para cada capilla lateral, mientras que las ventanas de la capilla mayor son más abundantes, destacando además el tamaño y altura de la capilla principal. Se puede ver la severidad de la decoración escultórica, apenas existente. Prima la sencillez, la severidad, el estilo desornamentado que es lo que defiende San Bernardo.
Si nos situamos en una de las naves laterales, podemos apreciar el gran contraste de sus dimensiones con las de la nave central, pues esta es mucho más ancha. Cada tramo de la nave lateral se comunica a su vez con el siguiente mediante arcos apuntados, continuando la disposición longitudinal del espacio. En el Cister, como en las abadías cluniacenses, todas las ceremonias importantes se desarrollan en la nave central, el verdadero espacio principal, las naves laterales son únicamente corredores de paso para los monjes, por eso no importa que tengan menores dimensiones, así se subraya a su vez la importancia del altar. La decoración es de gran sencillez, solo aparece en los capiteles de las pilastras y semicolumnas adosadas a los pilares cuadriformes.
Estamos viendo la nave lateral, tenemos a nuestra espalda la cabecera, y al fondo una de las puertas de acceso desde el muro occidental. No tiene importancia que no haya decoración, pues los monjes discurren por la nave mayor, que es donde se celebran los cantos, músicas y donde tiene lugar el ceremonial, lo más próximo posible a la cabecera.
El material es la piedra. Bernardo no permite decoración figurada, no permite decoración pintada en los muros, como tampoco aconseja que las ventanas se cierren con vidrios o alabastros policromados. Tiene que ser una luz pálida que refleje la severidad de los muros. No quiere que las ventanas dejen pasar luz coloreada que se pueda proyectar en el suelo o las paredes, alterando la reflexión, la oración, la meditación de los que están en la iglesia.
Hay que tener presente que en las iglesias del Cister hay un solo piso, el del arco formero, y sobre él la bóveda. En el gótico, la manera de diferenciar una etapa temprana, de una clásica y de una tardía se encuentra en la disposición de los pisos de la iglesia, en su nave mayor. Por tanto, es conveniente recordar que en el Cister, hay un solo piso, el de los arcos formeros, sobre el que se construye la bóveda.
En el muro de los pies, podemos decir que no hay fachada pues no hay nada que polarice nuestra atención. No hay portada que destaque o que subraye el protagonismo de la entrada principal. Mientras que en el románico se subraya el ingreso mediante el tímpano y las jambas, en las iglesias góticas se hace con grandiosas portadas, empezando por la Abadía de Saint Denis hasta llegar al lujo de portadas como las que poseen las catedrales de Chartres o de Amiens. En el Cister nada de eso, las gentes que vean desde el exterior una abadía cisterciense, no verán lujo, no verán intencionalidad de enseñar algo, el verdadero monje tiene la riqueza en su interior, y le viene por la oración. Todo lo contrario que en la orden de Cluny.
EL CLAUSTRO
Tenemos la iglesia a la izquierda de la ilustración. Es una iglesia cuya nave central es ciega, puesto que entre la nave lateral y la central hay muy poca diferencia de altura, no hay espacio para ventanas, tampoco las buscan.
El claustro, habitualmente adosado al el lado Sur de la iglesia, se cubre con bóveda. En un principio es bóveda de cañón apuntada, más tarde se utiliza la bóveda de crucería sencilla. A esta zona, que es el corazón del monasterio, se abren las dependencias fundamentales para la vida en comunidad. La galería oriental del claustro se diferencia de las otras porque tiene una puerta de mayor tamaño abierta al patio, la cual está enfrentada con el acceso a la sala capitular.
El claustro está constituido por arcos dobles o geminados de medio punto que tienen un arco mayor de descarga al exterior por encima de los arcos gemelos. En los capiteles del claustro, se atreven a una decoración muy severa, a base de elementos vegetales inspirados en la flora del entorno. Vemos un ejemplo de decoración en los capiteles de las columnas. Es una tímida representación de los órganos vegetales.
En nuestro monasterio de Santa María de Veruela, no tenemos la misma decoración porque el claustro es posterior al de Fontenay, se empieza a finales del XIII y se finaliza a lo largo del XIV. En Veruela hay mayor riqueza, mayor aproximación a la naturaleza, sobre todo en la decoración figurada que hay en algunos de los capiteles de la galería occidental del claustro, la más moderna, que no solo se limitan a lo vegetal sino que también ponen insectos, buscando acercarse verdaderamente a la naturaleza. Pero no encontraremos esos temas profanos que desprecia profundamente San Bernardo.
Las obras en un monasterio cisterciense, igual en la iglesia que en el claustro, comienzan siempre por la cabecera y van avanzando gradualmente desde la cabecera hasta los pies. En el claustro se empieza por la galería oriental y la última zona que se construye es la galería occidental que coincide con la zona de los legos. En Fontenay, esto se ve muy claro, porque la galería occidental, que es la más moderna, tiene un tipo de cubierta distinto, no son bóvedas de cañón apuntado, sino que se cubre con bóveda de arista. Lo más antiguo del claustro, la galería norte, la oriental y la meridional se cubren con bóveda de cañón apuntada
El claustro nos muestra el ideal cisterciense de la primera época, de la primera mitad del siglo XII. Vemos arcos geminados o dobles con columnas iguales, dispuestas de dos en dos que sostienen arcos de medio punto. Tres galerías se cubren con bóveda de cañón ligeramente apuntada, pero la galería más occidental, la última que se construye, se cubre con bóveda de arista, y los capiteles de ese lado tienen mayor decoración, que se inspira en la flora espontánea que surge en la zona de Fontenay.
Pero, eso pasa en todos los monasterios, si se visita el monasterio de Santa María de Veruela y se recorre el claustro, se puede ver como la parte de los pies es la que tiene la decoración más profusa. En esa zona del siglo XIV, se puede ver que no solo hay escultura de tipo vegetal, sino que las ménsulas donde se apoyan las bóvedas del claustro tienen decoración figurativa, son caras puestas en grupos de tres.
Estamos en la galería oriental, la más antigua, tenemos, en medio, la gran portada desde la sala del capítulo. En esta galería hay bóvedas de cañón ligeramente apuntadas que producen lunetos el cruce con los vanos del muro exterior. Vemos la perfecta uniformidad de los capiteles, todos muy sencillos, aunque ya se insinúa en ellos una decoración foliácea. Vemos un capitel del claustro. Se inspira tímidamente en la naturaleza. Solo se ven hojas muy sencillas carnosas que parecen arrancar del collarino, como si fuera un ramo.
Las arquerías no llegan hasta abajo, parten del zócalo interior y de un muro de escasa altura que también se puede tomar como asiento por los monjes.
SALA CAPITULAR
Esto es lo que queda de la sala capitular, a la que le falta una nave, pues era un espacio cuadrado de tres naves con tres tramos cada una. Está cubierta con bóveda de crucería sencilla, cuyos nervios forman arcos de medio punto, y apean en cuatro pilares de columnillas y en ménsulas adosadas a la pared. Las columnillas se unen a un único capitel sencillo de donde salen, como si fueran las hojas de una palmera, los nervios en sentidos diagonal, longitudinal y transversal. Los capiteles sin decorar y la bóveda sin pintar. La sala capitular se abre al claustro mediante una gran puerta y dos ventanas dobles.
HERRERÍA
Se trata de un edificio aislado que estaba destinado a guardar las caballerías. Hoy forma parte del museo de Fontenay, y se le conoce comúnmente como “La Herrería”. Es una dependencia de gran tamaño y una sola altura, que tiene la misma severidad constructiva que hemos visto hasta ahora.
Los grandes recintos longitudinales se articulan de la misma manera, dos naves iguales con una fila de soportes en el medio que sirven de apoyo a las bóvedas de crucería simple.
Al exterior muestra cabeceras planas, y adosados a los muros gran número de contrafuertes, lo que nos indica que el sistema de cubierta va a ser el abovedado. En su construcción predomina el elemento horizontal frente al vertical.
Según las actas del monasterio, aquí era donde se hacían las herraduras para las caballerías, así como otros útiles para el cultivo de los inmensos campos que se van incorporando a las propiedades de la abadía. Es una arquitectura muy sólida, reforzada por contrafuertes, en donde predomina la horizontalidad de su única altura. Vemos su interior y también el aspecto exterior de una de sus lienzos de cerramiento, pues fachada propiamente no tiene. Nos podemos deleitar con el interior del edificio. Una construcción rectangular, longitudinal, con dos naves iguales de la misma altura, iluminadas solo por un lado. En la pared se disponen ménsulas de donde arrancan parte de los nervios que coinciden en su espacio central con este pilar gótico, con capitel poligonal. Los nervios en sentidos longitudinal, transversal y diagonal. Los tramos cuadrados cubiertos con bóveda de crucería sencilla.
SALA DE MONJES
La sala de monjes, es una habitación muy larga en prolongación de la galería oriental. De gran severidad y sencillez, está dividida en dos naves con bóveda de crucería. La sala de monjes mantiene la misma estructura del desaparecido refectorio, es decir, una sala rectangular dividida en dos naves, las nervaduras de la crucería arrancan de la fila de los pilares góticos que separan las dos naves y de ménsulas adosadas a la pared. Los nervios son de sección rectangular, sin decorar. En esta primera fase, se prescinde de las claves en la bóveda de crucería. El pilar gótico es una columna que no tiene las proporciones de la columna románica, tiene el fuste cilíndrico terminado en collarino, un característico capitel desornamentado.
En esta sala, se reunían los monjes para trabajar en la copia de manuscritos, la encuadernación de libros, la reparación y restauración de elementos del monasterio, y en algunos trabajos artesanales para la mejora del monasterio, etc. Actualmente, se utiliza como museo.
La sala de monjes no puede faltar en ningún monasterio cisterciense.
DORMITORIO
El dormitorio es una enorme sala que ocupa la segunda altura de la galería oriental, desde la sacristía hasta el final de la sala de monjes; una escalera le comunica con la iglesia.
Para garantizar su estabilidad y las de las dependencias situadas debajo, se cubre con una techumbre ligera de madera. La formidable cubierta de madera, en forma de quilla de barco, es de finales del siglo XV, principios del XVI.
El dormitorio era colectivo, aunque los monjes enfermos o muy ancianos, dormían en la enfermería. La hora de dormir iba precedida de unas oraciones colectivas. En los extremos de esta sala hay unas escaleras muy sencillas que la comunican con la iglesia y el claustro.


CARTA DE SAN BERNARDO A SU AMIGO GUILLERMO, ABAD DE SAINT THIERRY
En esta carta, que San Bernardo escribe a su amigo Guillermo de Saint Thierry, en una fecha que podemos situar entre los años 1123 y 1125, en ella se dice lo que tiene que hacer un monje que quiera dirigir una comunidad cisterciense y como tiene que ser la construcción de esa abadía, aquello que puede hacer y lo que no puede hacer.
El origen de todo esto está en la Regla de San Benito, pero los monjes cistercienses lo recuperan en su propia originalidad.
La Regla de San Benito de la primera mitad del siglo VI, había dado lugar a todas las comunidades benedictinas que a partir de esa época de la Alta Edad Media se van extendiendo por toda la Europa occidental cristiana.
La famosa polémica de San Bernardo ataca el lujo arquitectónico de las iglesias y los claustros románicos. En su escrito, San Bernardo se dirige lo mismo a los cluniacenses que al abad Sugerio de Saint Denis, el abad benedictino que renueva la abadía de de época carolingia de Saint Denis, a las afueras de París, construyendo, en la primera mitad del siglo XII, una nueva fachada de acceso monumental y una enorme y espléndida cabecera.
Sugerio es considerado el introductor del gótico. Su abadía de Saint Denis, en las afueras de París, se utiliza como ejemplo del gótico temprano, y como un alarde del lujo, la riqueza y el dinero. Lleva a su máxima expresión los ideales cluniacenses. Esta carta se dirige tanto a Sugerio, como a los abades cluniacenses.
Se conserva la correspondencia que intercambiaron Sugerio y San Bernardo, dos personajes rigurosamente contemporáneos y dentro del respeto y la hermandad que dos abades de dos comunidades religiosas, no muy alejadas geográficamente, se merecen, evidentemente son dos mentalidades opuestas. Sin embargo, dentro del respeto y la elegancia formal que hay en sus escritos las cartas leídas atentamente, son lo que mejor nos ilustra de dos ideales enfrentados. Sugerio empieza el gótico con todo lo que eso significa de luz y de color, las vidrieras coloreadas, las torres que abundan en las fachadas, las grandes portadas, mientras que Bernardo interpreta el ideal de una iglesia de una manera completamente opuesta.
San Bernardo rechaza el estilo románico imperante y prepara el terreno para lo que van a ser las fundaciones futuras.
Omito la inmensa altura, la desmedida longitud, la anchura excesiva, las suntuosas labores de cantería de los oratorios, o las pinturas que, a nuestro alrededor, despiertan la curiosidad y atraen la mirada de los que rezan, impidiendo la devoción, y que para mi, representan en cierto modo el viejo rito de los judíos. Pero, puede que esto se haga en honor de Dios. Eso es lo que nos dicen. Yo, os pregunto sin embargo, un monje a vosotros los monjes, lo que un pagano censuró a los paganos. Decid, dijo aquel, vosotros sacerdotes ¿Que pinta el oro en el Santuario?, pues yo, os digo a vosotros hermanos, pobres, si realmente sois pobres en el oratorio,¿Porque ponéis oro?, siendo que las causas de los obispos son distintas que las de los monjes.Pero, sin embargo sabemos que aquellos, obligados por igual a los inteligentes que a los que no lo son, excitan al pueblo con sentidos carnales y a una devoción mediante el brillo material, porque no lo logran con el espiritual. Pero, nosotros los monjes, que nos hemos distanciado del pueblo, que hemos abandonado todo lujo, todo lo exquisito del mundo por Cristo, que consideramos como nulo todo lo que luce hermoso, todo lo que halaga los sentidos, muy acabable, hemos renunciado a lo que sabe dulce, a lo que agrada los sentidos, en una palabra, todo lo que deleita al cuerpo para así ganar Cristo ¿Con cual de estas cosas pensamos que podemos llamar a la devoción?¿Que provecho –pregunto yo- sacamos de ello?¿La admiración de los necios y el deleite de los simples?¿Acaso se nos ha enviado entre la gente para que difundamos con energía la obra de estos y, además , sirvamos a sus esculturas? Y, para decirlo en alta voz ¿Que pinta la avaricia que, realmente, es este servicio a los ídolos? Pero, no preguntamos por el provecho espiritual, sino por donativos. Si, tú preguntas de que manera, yo te lo contestaré claramente, con una artimaña. Las riquezas son gastadas para que se multipliquen. Se gasta y se multiplica el dinero, y el derroche crea riqueza, pues por la contemplación de cosas maravillosas, absolutamente vanas, las personas son incitadas más a dar que a rezar. Así, la riqueza es devorada por riqueza, y el dinero corre, no sé de que manera. Pero, allí donde se contemplan más riquezas, también parece que hubiera más disposición de dar.
Ante las reliquias cubiertas de oro, los ojos se desbordan, y se abren los monederos, cuando se muestran las figuras de un santo o de una santa, cuanto más multicolor sea, más santa se considerará por los necios. La gente se apiña para adorar la figura, se les invita a dar, y antes se admira en ella lo hermoso, en lugar de venerar en ella la santidad.
En el futuro, no solo se colgarán en las iglesias candelabros con incrustaciones de piedras preciosas, sino también ruedas rodeadas de luces, con no menos piedras preciosas; y en lugar de los candelabros, veremos una especie de árboles hechos en metal, elaborados con maravilloso arte, que lucirán más por las piedras preciosas que por las justas proporciones ¿Que se busca en todo ello? ¿Creemos que se desea el arrepentimiento? o, mejor dicho ¿La admiración de quienes lo contemplan? ¡Oh, vanidad de vanidades! Ya no vanidosa sino, más bien, loca. La iglesia refulge en sus muros, y en sus cobres sufre necesidad, viste sus piedras de oro, pero deja desnudos a sus hijos, con las donaciones de los pobres se sirve a los ojos de los ricos. Los curiosos acuden para ser satisfechos, pero no vienen los pobres para ser alimentados ¿Por qué no veneramos por lo menos las imágenes de santos, de los que está tan repleto este suelo que pisamos? A menudo, se esculpe la cara de un ángel, algunos de los rostros de los santos se decoran, pero, sin embargo no se les respeta, se puede escupir en ellos. Los santos son golpeados con zapatos de los que pasan sobre ellos. Y si nos ahorramos en estas imágenes de santos ¿Por qué no ahorramos también para las hermosas pinturas? ¿Por qué decoras los muros si después van a ser ensuciados? ¿Por qué pintas lo que necesariamente será pisado o deteriorado por el tiempo? ¿De que sirven hermosas formas, si a menudo quedan recubiertas por el polvo?
Finalmente, ¿Qué pinta todo esto entre pobres, entre monjes, entre clérigos? Y además, entre los hermanos que leen en el claustro ¿Qué hacen allí esas ridículas monstruosidades? ¿Esa belleza horriblemente desfigurada de esa perfecta fealdad? ¿Que hacen los monos entre los capiteles?¿Que hacen los salvajes leones? ¿Y los monstruosos centauros? ¿Y los semihombres? ¿Y los tigres? ¿Y los guerreros combatientes? ¿Y los cazadores, o los que tocan el cuerno? Allí veis, bajo una cabeza muchos cuerpos; en otro capitel, un cuerpo sobre varias cabezas. Allí, se ve, en el cuerpo de un cuadrúpedo la cola de una serpiente, y en otro lado un pez con cabeza de cuadrúpedo. Allí hay una bestia, que por delante es caballo y por detrás cabra; y más allá, en otro capitel, se puede ver un animal con cuernos por delante, pero detrás como caballo. En una palabra, aparece por doquier tanta y tan maravillosa diversidad de distintos seres, que ocurre que se lee más en los mármoles que en los textos escritos. Uno prefiere consignar todo el día a estas obras, en lugar de reflexionar sobre la ley de Dios ¡Dios mío! ¿Por qué no se avergüenzan de tantas tonterías? ¿Por qué no se arrepienten de los gastos?...”

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